0147_The Woods
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Transformación del caserío Aberanga txikia en Ziortza-Bolibar Bizkaia
 
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«…if we had but timber, stone, and lime, and a few cutting tools to make these common things not only shelter us from wind and weather, but also express the thoughts and aspirations that stir in us…»

 

«The past is not dead, it is living in us, and will be alive in the future which we are now helping to make»
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William Morris

Esta intervención de transformación de un caserío para su adaptación —al menos parcial— a los modos de vida y estándares de confort actuales, muy habitual en nuestra tierra, nos da la oportunidad una vez más para reflexionar sobre el tiempo y su relación con los procesos y la práctica arquitectónica; también sobre los proyectos eternamente inacabados -inacabables- o en continua transformación, entre los cuales, los caseríos vascos o baserris (literalmente pueblos en el bosque en euskara) conformarían un tipo canónico. Las sucesivas intervenciones de transformación necesarias para la adaptación a cada época de estas estructuras productivas, conforman la huella de las gentes que las habitaron. Y estas huellas, como vestigios referidos al tiempo, nos permiten reflexionar —en palabras del historiador de arte George Kubler— sobre el fluir del tiempo y el espacio, y el lugar en el que encajan los objetos, en este caso arquitectónicos, dentro de un continuo mayor; también sobre la noción de las cosas como parte del tiempo, sobre la arquitectura como parte de la historia y su fusión, o sus temporalidades coexistentes en ciertos paisajes, objetos y edificios. Todo ello referido a lo que nosotros llamamos los distintos sustratos de la historia de un lugar, de los que nuestras intervenciones acaban suponiendo uno más.

La que hasta el momento es la última intervención realizada en el baserri Aberanga txikia, surge con la intención de frenar el deterioro de un caserío familiar de tamaño medio pero con una gran superficie respecto a los estándares habitacionales actuales que, a pesar de su privilegiada ubicación en el precioso entorno del barrio alto de Zeinka Zearregi de Ziortza Bolibar, se encontraba inmerso en los últimos tiempos en un lento proceso de degradación. Del modesto punto de partida inicial, una reforma de cubierta que garantizase la estanqueidad de las zonas habitadas, el proyecto muta hasta convertirse en el inicio de un proceso de transformación que ha de garantizar un nuevo ciclo vital para Aberanga txikia y la relativamente amplia comunidad que lo habita, hibridando —programáticamente— entre hogar principal y segunda residencia, entre vivienda productiva y vivienda vacacional.

El proyecto se propone transformar un caserío respetando sus características tipológicas, volumétricas y formales, reinterpretándolas de una manera simple y coherente, usando los materiales en base a su función constructiva y huyendo de elementos decorativos que únicamente pretenden la simple imitación estética, a modo de pastiche, de una tipología particular. Transformarlo afrontando una vez más el reto de integrar los modos de vivir contemporáneos en una edificación tradicional y correctamente integrada en su entorno paisajístico y arquitectónico, tanto a nivel volumétrico, como a nivel de materiales de construcción y acabado, algo que resulta normativamente obligado en este tipo de ámbito, un núcleo rural.

Para la consecución del objetivo de la correcta transformación del caserío, dada la amplia superficie construida del mismo, mucho mayor que la necesaria para el programa requerido por la propiedad, y dada la intención de los propietarios de re-habitar una vivienda luminosa, eficiente energéticamente, sostenible y adaptada a las necesidades de confort higrotérmico y lumínicas actuales, que además permita una gran permeabilidad y apertura a la naturaleza circundante, el proyecto parte de una premisa proyectual, el vaciado.

El caserío consta en origen de un grueso muro medianil que lo divide en dos partes, y un armazón estructural de piezas madera de roble de gran sección en las que se apoyan los distintos forjados y la cubierta de madera. La zona delantera, orientada a sur, albergaba los usos de vivienda con una planta baja con usos de cocina y estar, una planta principal habitacional, y un bajo cubierta ventilado como almacén de grano y paja. Mientras la parte trasera, con apenas aberturas al exterior, se situaban únicamente usos propios de su pasado productivo, cuadra para estabulación de ganado en planta baja y almacén y pajar en planta primera y bajo cubierta.

La estrategia de vaciado asume tanto el potencial —volumétrico y espacial—, como las limitaciones de la edificación, —alturas libres pre-existentes y pequeños huecos en fachada— y juega con las mismas. Mantiene las configuraciones espaciales originales del caserío, la zona de vivienda sectorizada con frente a fachada principal y la zona productiva con espacio diáfanos para cuadra y granero, pero lo hace relacionando unos espacios con otros a través del vaciado de varios patios de luz interiores de distintas dimensiones, que atraviesan el caserío prácticamente desde su suelo hasta la cubierta. Además, se genera una nueva gran abertura en la fachada oeste, en la zona de la cuadra, en origen más deteriorada y de una factura constructiva más pobre y sin huecos, a fin de generar espacios que contribuyan a mejorar la habitabilidad y la riqueza espacial de la vivienda, dotando de profusa luz y espacios cubiertos exteriores, tanto en planta baja, como en planta primera. En concreto, se genera un porche cubierto en planta baja y un mirador exterior o terraza protegida en planta principal, que se relaciona con el nuevo espacio de estar, el comedor, y con la cocina de dicha planta.

El proyecto transforma el espacio interior, pero sin perder la esencia de los espacios existentes. Uno de los principios que se ha seguido para ello ha sido la conservación de la lógica estructural encontrada, tratando de preservar la percepción desde el interior de todos los elementos de soporte del caserío que se han podido recuperar, encontrándose el mayor exponente de esta idea en el gran salón ubicado en la planta primera sobre la cuadra, caracterizado por un gran “árbol” estructural que cualifica el espacio. Este espacio central diáfano estructura todo el caserío al incluir en su interior, parte del núcleo de comunicaciones verticales y actúa como una especie de rotula que relaciona todos los usos y espacios de la edificación, desde los vivideros, a lo que queda de los productivos, expandiéndose a través de los elementos de circulación, las dobles alturas y los patios de luz. La zona que albergaba la antigua vivienda se convierte en una gran caja de madera que contiene todos los espacios más privados, habitaciones, vestidores y baños, tanto en planta primera como en la planta bajocubierta, unidas al gran estar a través de pasarelas que atraviesan un gran patio interior a distintas alturas.

La configuración singular de las nuevas comunicaciones, que parte de las preexistencias al reutilizar una escalera ya reconstruida en una intervención anterior, envuelve el muro medianero y se desarrolla a ambos lados del mismo generando nuevos recorridos, vistas y conexiones entre los dos ámbitos del caserío, al tiempo que permite el paso tamizado de la luz en el interior.

En cuanto a las actuaciones en la envolvente, a pesar de la importante intervención en la fachada oeste, el caserío mantiene una imagen respetuosa con la preexistencia y con las arquitecturas locales; ejecutada mediante unos cierres de entablado de madera tratada en autoclave gris que se desligan totalmente del resto de cuerpo de mampostería pétrea, pero que recuerdan a otras arquitecturas tradicionales de la zona por la elección de sus materiales. La intervención es así perfectamente asimilada por su entorno rural, no identificándose como un elemento ajeno o discordante en ningún caso. Destaca también la recuperación de la simetría de la portada del caserío en su fachada principal, al eliminar el único de los huecos que no se correspondía con la construcción original. Mientras en el resto de las fachadas se mantienen los huecos originales e únicamente se implementan algunos nuevos necesarios para cumplir con los mínimos exigibles de ventilación e iluminación de los espacios. Aunque estos nuevos huecos se diseñan de manera que sean fácilmente diferenciables de los originales del caserío quedan perfectamente integrados en la arquitectura tradicional del mismo.

Por último cabe apuntar que la intervención también contempla la mejora del comportamiento energético del caserío mediante la implementación de aislamiento térmico en la envolvente de la edificación y la utilización de energías renovables para su climatización. En concreto se utiliza la energía geotérmica, para alimentar la calefacción por suelo radiante ejecutada.

A pesar de que el proyecto original contemplaba la reforma de la planta baja en su totalidad, durante el transcurso de la intervención se decide mantener intacto el uso original de planta baja, haciéndolo compatible con los nuevos uso de planta principal ya adaptados a las necesidades higrotérmicas y condiciones de habitabilidad actuales. De esta forma se recuperan y mantienen algunos elementos característicos del caserío,  como el pavimento empedrado del zaguán de entrada y del acceso a la cuadra que se convierte en el suelo del gran patio interior, o las grandes aperturas de estructura pétrea que lo comunican con la antigua zona de estabulado. En esta última se recuperan los comederos y se mantiene parte de la estructura original reforzada, pero se realizan una serie de actuaciones que la convierten en un espacio de oportunidad pudiendo ser utilizado de múltiples maneras, incluidas las ligadas al pasado productivo del caserío que aunque mermado sigue activo en parte. El espacio es iluminado cenitalmente mediante lucernarios  que atraviesan el forjado del salón superior, y se comunica con un porche cubierto mediante grandes paneles correderos de madera y policarbonato.

La planta bajocubierta se deja inacabada y diáfana en espera de futuras intervenciones, lo que unido al aspecto rudo e inacabado de los espacios de planta baja, y a la aparición de elementos rescatados, genera una sensación de paseo por la historia del caserío. Una vez se accede al interior y según se asciende gradualmente por las escaleras recuperadas uno tiene la sensación de avanzar en el tiempo, observando el discurrir los distintos sustratos de la historia del caserío Aberanga txikia frente a sus ojos.

Como ocurre y ha ocurrido siempre en los caseríos vascos, la inacabable intervención de transformación y adaptación, queda en suspenso, a la espera de futuras actuaciones que vayan sumando nuevos sustratos a las huellas de su historia.