El nuevo Centro Polivalente del Valle de Erro trata de ser como aquellas montañas del Pirineo que, en días claros, dominan el valle, con sus perfiles desiguales pero a la vez parecidos.
Se opta por un sistema expresivo basado en la agrupación de elementos similares pero diferentes que tratan de establecer una geometría oculta para el lugar en el que se inscriben, transformándolo, dotándolo de una vida nueva, una nueva geografía, pero también consolidándolo. Como respuesta al lugar se inventa un sistema.
El centro polivalente construye una topografía artificial, un bosque de piedras, de montañas o peñas, configurado a partir de un tejido regular de trapecios de distintos tamaños, que permiten la diversificación de espacios requerida por el programa.
Lo colectivo como la suma libre y acordada de voluntades individuales queda expresado en estos volúmenes cada uno igual y diferente de los demás que surgen de una trama ordenada y regular un marco común a partir del cual cada uno adquiere su libertad.
La materialización del sistema formal da lugar a una figura abierta que no resulta muy lejana de aquellas que encontramos en la naturaleza, cuyas leyes de crecimiento no llegan a conocerse, si bien advertimos la importancia de la seriación y la repetición, como la formación de cristales o -más específicamente para el proyecto que nos ocupa- las montañas en el paisaje. En los elementos primarios necesarios para la construcción de este sistema arquitectónico reside la capacidad y el valor iconográfico de la arquitectura del nuevo Centro Polivalente, garantizando su imagen referencial como equipamiento público que se hace presente de manera privilegiada por su situación en el paisaje del valle.