La propuesta para el nuevo campo de futbol de Ategorri imagina una blanca roca semienterrada que se asoma en las laderas de Erandio. Trata de no limitarse a resolver un equipamiento donde poder disputar partidos de futbol para convertirse en un lugar, una construcción donde sentirse de parte de una colectividad. Por eso la propuesta acoge en la forma de una roca, de una cueva abierta, no solo a los futbolistas, sino al público y deja entrever entre los graderíos, la ría y las grúas, que caracterizan e identifican el paisaje urbano de Erandio, con la voluntad de favorecer una sensación de pertenencia al grupo.
Para conseguir la fusión del espacio interior y el exterior el nuevo campo de futbol aprovecha la difícil topografía, para crear mediante un sistema de plataformas, un itinerario en el que una serie de huecos y miradores abren perspectivas hacia el pueblo y la ría.
Se plantea así, la experiencia arquitectónica como un recorrido, como una promenade architecturale, que no es solo el modo por el que se deambula por el interior de espacio arquitectónico sino también el modo por el cual se establece la unidad de la obra de arquitectura con respecto a sí misma y su relación con el exterior. Este recorrido adquiere su expresión más característica en la gran rampa de acceso central a las tres tribunas del campo, contribuyendo también en gran medida al valor representativo e icónico del campo de futbol por lo que supone de contenedor de sueños colectivos.
Se potencia por todo lo anterior, un acceso sobre el resto. Una entrada principal desde la que se puede acceder a todos los graderíos del campo, desde la que recorre el itinerario propuesto para el espectáculo de la arquitectura del nuevo Ategorri y de su entorno, pero sin dejar de dotar al estadio de un sistema de circulaciones en el que la naturaleza y disposición de los accesos posibilitan, como no podía ser de otra manera, un rápido acceso y evacuación del conjunto y que permite resolver de manera independiente el uso público del estadio, de las instalaciones deportivas y de administración.
Para resolver la distinta escala de privacidad de las distintas áreas del programa y la comunicación entre ellas de la manera más eficiente y sencilla, posible se explota la pendiente natural del terreno. Se toma la decisión de crear tres niveles funcionales distintos, tres plataformas horizontales que caracterizan a la postre la imagen del proyecto.